Luis Jiménez Borra
Los jóvenes de hoy están marcados por la “Triple DES”: desilusión, desinterés y desprestigio.
Estos mismos jóvenes afrontan un sin número de problemas de índole económico, social y político. Si bien los jóvenes representamos la mayoría poblacional, también representamos el sector con menor poder adquisitivo del planeta. La imposibilidad de contar con recursos que permitan acceder a una educación digna, la dificultad para lograr una inserción laboral exitosa y ajena al subempleo y la explotación, la necesidad de priorizar su alimentación, vivienda y vestido por sobre cualquier otro interés complotan para alejar a los jóvenes de cualquier otra misión. Adicionalmente, los altos índices de exclusión social, las lacras sociales que afectan a la juventud -pandillaje, delincuencia juvenil, alcoholismo y drogadicción- son reales antagonistas de un desarrollo personal para este sector poblacional. La Globalización, en su ambivalente modernidad genera competidores de avanzada como la internet, los videojuegos y la televisión, que suelen alejar más aún a los jóvenes de la problemática real, para introducirnos a un “mundo virtual” donde se logra olvidar parcial y temporalmente la dura realidad. Finalmente, pero en definitiva no con menor importancia, los jóvenes debemos encarar una lucha constante por acceder a un pleno ejercicio de las libertades y derechos políticos, no sólo en los tradicionales partidos políticos sino también en todo tipo de movimientos parapartidarios u agrupaciones sociales que hacen política.
La política no es estática, es quizás el arte más dinámico de interacción humana que existe en nuestro mundo; parte de ello reposa en la posibilidad de renovarla, en mudar a los protagonistas. Vale decir que entendemos por “protagonistas” no sólo a seres humanos sino también a las ideologías que estos propugnen y defiendan. Las ideas pueden -y deben- llegar a ser mucho más relevantes que sus creadores y difusores. La política es por lo tanto, una ciencia de renovación constante, de la identificación de aquellos problemas sociales, económicos y por sobretodo humanos. Siguiendo este orden de ideas podemos afirmar que es vinculante el cambio y la modernización de la política. Es imprescindible generar un interés en la población por abrir nuevos espacios y renovar liderazgos, programas y propuestas.
En tal sentido, es importante que las instituciones políticas cumplan con algunos requisitos que entendemos son al mismo tiempo elementos constitutivos de las mismas. En primer lugar que cuenten con una ideología moderna, que se identifique con el sentir de la ciudadanía; consideramos que no hay peor enemigo de las organizaciones políticas que aquel que siendo miembro de alguna de ellas la condena a su congelamiento en el tiempo. En segundo caso es importante que los partidos o movimientos cuenten con una estructura moderna y útil, que sea efectiva y que garantice la consecución de sus principios, el contar con una organización que permita sentir a los demás incluidos aportará –que duda cabe- a una renovación efectiva de la misma. En tercer lugar una organización política debe contar con una real democracia interna. Esto implica la igualdad de derechos y obligaciones de los afiliados o miembros, implica además que exista transparencia en la toma de decisiones a todo nivel. No creemos necesario para la consecución de dicho fin la existencia de una ley de cuotas – por el contrario, suelen obligar a llenar puestos por cumplir, y en la mayoría de los casos en posiciones intrascendentes-, consideramos mucho más importante contar con un marco democrático que nos permita prescindir de discriminación alguna ya que en la medida que exista confiabilidad en el accionar democrático de la institución no hará falta otro instrumento de apertura adicional. Finalmente es importante que estas organizaciones cuenten con una posibilidad de financiamiento que sea provista de la mayor transparencia posible, y que sea real y efectiva en la medida que el factor económico sea cada vez menos determinante para el acceso a posiciones de vanguardia.
En un escenario como el sugerido líneas arriba, podríamos generar un mayor interés en hacer política por parte de jóvenes o de nuevos rostros en general. El apostar por ello es lo que diferencia a un ser individual y preocupado únicamente por su propio bien, de un ser social, preocupado por el bienestar general.
Sin embargo, la apertura de espacios no es responsabilidad sólo de los liderazgos actuales, la renovación debe ser progresiva y debe prepararse, los espacios deben ser ganados con la lucha y el trabajo y no otorgados como dote o legado. Esto es imprescindible y debe quedar claro para llegar al objetivo.
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